Velvet Buzzsaw (2019)
Terror absurdo en el mundo del arte.
Un crítico de arte, una galerista ambiciosa, una asistente saturadas del trabajo, un artista en busca de inspiración, un artista emergente, un montajista descuidado y un fallecido artista. ¿Demasiados personajes? Pues sí, pero eso es lo de menos en la nueva película de Dan Gilroy, Velvet Buzzsaw (2019), que ya de entrada se pierde en el relato con una extensa introducción a sus personajes. Vayamos por parte.
Ambientada en la movida artística de Los Ángeles, donde el arte equivale a ceros en un cheque, Josefina descubre por casualidad la obra de Ventril Dease, su vecino de arriba quien muere sin dejar herederos, ni familiares, ni amigos. Su único pedido: que toda su obra sea destruida. Como estamos en una película, es obvio que eso no sucede. Ella aprovecha dar un salto al éxito, y gracias al aval del crítico, quien queda fascinado por la crudeza inquietante de la obra, empieza a sacar provecho de las pinturas. Pero el deseo de destruirse queda impregnada en la obra, y la película cambia de tono y de dirección sin previo aviso. De un planteamiento inicial que pretendía criticar el ajetreo en el mundo del arte, muta a una serie de asesinatos que nada tienen de especial, más que la cantidad de sangre salpicada.
El poder del fantasma raya lo absurdo; es un ente maligno que posee y se encarna en cualquier obra de arte. Y no es necesario que sea la obra del pintor maldecido, sino aparece en un grafiti, en una escultura, en un dibujo, sin motivo más que asesinar. ¿Por qué? Quién sabe. Ni la excentricidad de Morf bajo la mano de Jake Gyllenhaal puede salvar la película, que termina siendo ni entretenida ni superficial ni mucho menos tenebrosa.