De tal padre tal hijo

De tal padre, tal hijo (2013)

Descubrimiento y redención en un drama familiar.

Ryota, un arquitecto obsesivo, trabaja día y noche. Los sacrificios que hace Ryota en pos de proveer lo mejor para su familia lo priva sin que se de cuenta de quizás lo más importante, tiempo. Es que hace ya varios años que apenas dispone de momentos libres para pasar con Midori, su esposa, y Keita, su hijo; siempre hay algún proyecto grande que acapara hasta sus fines de semana. Pero la promesa incumplida de estar más libre persiste ante la paciente espera y comprensión de su esposa, pero tanto ella como nosotros sabemos que eso no va a pasar.

Estructurado y disciplinado, Ryota defiende los sacrificios de hoy para un mejor futuro, y busca inculcar estos valores estrictos a Keita, dejando que la madre, como él mismo lo afirma, “se encargue de malcriarlo”. Muy a pesar suyo, Keita es un niño tímido y relajado, pero astuto, ya que es capaz de mentir a los profesores en la entrevista de admisión para no evidenciar la ausencia de su padre. Aún así, Keita siente nada más que admiración y devoción hacia su papá, y hasta toca el piano sólo para hacerlo feliz. El niño observa a su papá a través de la lente de la cámara, y captura fugaces destellos en los que Ryota baja la guardia y sonríe. Pero la rutina familiar se ve alterada cuando un test de sangre revela que Keita no es el hijo biológico de la pareja, ya que en el hospital fue cambiado por otro niño.

La noticia deja en shock a la joven pareja. No existe una solución sencilla al problema, ni un manual sobre qué hacer en estos casos. Ambas familias afectadas se ven enfrentadas a tomar una decisión, a la par que encaran un juicio al hospital para averiguar lo que sucedió y demandar por daños y perjuicios. Pero la recompensa monetaria es lo de menos. Midori no deja de culparse por no haber reconocido a su hijo, mientras que Ryota atribuye aquellas cualidades de carácter defectuoso que observa en Keita a que él no es su hijo de sangre. Para colmo, las familias no podían ser más distintas. Los Saiki provienen de una clase social muy distinta, y siempre llegan tarde a cualquier cita o reunión. Yudai, el papá de Ryusei, se las arregla vendiendo insumos de ferretería y plomería en una pequeña tienda montada al lado de una modesta casa, en contraste con el moderno departamento lujoso de los Nonomiya.

La familia, un tema no ajeno a la filmografía de Hirokazu Koreeda, vuelve a ser contemplada pero esta vez con un enfoque particular hacia la paternidad. La premisa de la historia podría sugerir un drama intenso y desgarrador, pero la sutileza del director guía a sus personajes en un camino de descubrimiento personal y aceptación donde no existen culpables. Hasta la enfermera que cambió a los niños despierta compasión, en un relato que contempla los pequeños detalles que enriquecen las relaciones familiares, a la par que observa la transformación lenta y gradual del padre.

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