Parasite

Parasite (2019)

¿Quién es el parásito?

En un sótano a ras del suelo vive una familia. Entre la orina de la calle y los bichos de la basura, ellos habitan un espacio claustrofóbico y alborotado con cajas de cartón que deben armar para subsistir, un curro temporal, mientras buscan un rincón de la casa donde se capta mejor la señal de wifi de la vecina. Cuando las calles del barrio se fumigan, dejan abierta la ventana para aprovechar el servicio “gratis”, a costa del humo tóxico que invade su precario hogar.

Pero no todo es miseria en Parasite (2019), la última película del director coreano Bong Joon-ho. Bajo la esperanza de una vida distinta y con mejores oportunidades, subyacen fuertes lazos de apoyo entre los integrantes de la familia. Así, cuando el hijo obtiene un trabajo como instructor de inglés de la hija de una familia adinerada, de poco cada uno va ocupando el cargo de algún empleado de la casa. O más bien, reemplazando.

Decir casa para definir este nuevo escenario queda corto, pues la mansión de la familia adinerada es lo opuesto al de la otra. Amplios espacios minimalistas donde la luz del sol irradia al interior, con escaleras que conducen a niveles aún más altos de la casa ilustra un espacio de abundancia material inalcanzable para nuestro protagonista, pero no menos aspiracional, puesto que la noción de la diferencia de clases es física: existe un nivel superior y uno inferior. Los ricos viven en una colina, los otros, bajo el piso. Los otros se agachan, se arrastran y bajan la cabeza en reverencia; son los empleados que satisfacen las necesidades y caprichos de su empleador, quien puede darse el lujo de dar órdenes. Y es por esto que, irónicamente, nunca ven lo que sucede bajo sus propias narices.

Pareciera que ambos mundos por más que se encuentren enfrentados no congenian en un mismo ámbito, y la cámara se encarga de remarcar estas diferencias. Desde la primera toma de las medias colgadas con una particular vista de la vereda de la calle, y un leve paneo al piso para revelar los habitantes de este lugar, se enfatiza un radical contraste entre el arriba espacioso y el abajo frágil y sobrecargado. Quizás sea inofensivo entonces que gracias al ingenio y planificación minuciosa, la familia desempleada logre insertarse en la mansión. Pero el plan maestro no es del todo infalible, y lo que se va sucediendo después es tan imprevisible como funesto.

Parasite es una película de clases, que si bien ocurre en un universo diferente, es de fácil relación aquí y en casi todo el mundo, porque todos hemos sido infectados por el sistema capitalista que ha ensanchado groseramente la desigualdad entre uno y otro, peldaños de una escalera infinita que conduce desde los más recónditos inframundos donde no llega el sol a cajas herméticas y asépticas de vidrio y parquet. Lo curioso es la relación de dependencia entre ambas partes y la necesidad de subsistencia simbiótica entre estos unos y otros. ¿Quién vive de quién? ¿Aquel que obedece o aquel que se aprovecha?

Pero no son iguales, nunca lo serán. La lluvia puede ser lluvia, aquí y en cualquier parte. Son las condiciones socioeconómicas las que hacen que cada quien la reciba de manera distinta. Para algunos, la tormenta significa al día siguiente un cielo azul limpio de impurezas; para otros, es una desdicha no insuperable, pero si, un limbo transitorio de pérdida. Bong Joon-ho no elige bandos, y en esta postura neutral, se disimula lo abrumador de Parasite, porque por momentos se empatiza con una familia y luego con la otra hasta el punto en que es imposible vaticinar una resolución que no perjudique a otro. Una vez más, es claro que las diferencias no pueden coexistir.

En Parasite, la brecha existe. Es física, es cinematográfica, es corporal. Es un olor particular que penetra un ambiente y no es bien recibido, porque por primera vez el de arriba baja la mirada ante este intruso. La invisible línea que los divide se ve incapaz de contener el aroma, pero la brecha sigue siendo inmutable, innegable. Lo que comienza siendo una comedia con humor oscuro, culmina en una catastrófica serie de eventos que lejos de adoptar postura escribe una carta de amor que nunca llegará a destino porque el destinatario no existe, es una mera ilusión. El sueño de un mundo mejor libre de parásitos. Pero ¿quién es el parásito?

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