Entrevista a Agustina San Martín
Estrenada en la sección Discovery del TIFF 2021, Matar a la bestia es el primer largometraje de la directora argentina Agustina San Martín. Dicho proyecto ha pasado por el Script Station en la edición 66ª del Berlinale Talents, así como el BAFICI BAL, el Bolivia Lab y Los Residentes, en Paraguay.
Según San Martín, la película es un exorcismo emocional por el que atraviesa la protagonista, que la obliga a enfrentarse no solo a sus miedos y a sus demonios, sino a ella misma. Conversamos con la directora acerca de las bestias y monstruos que se esconden en la selva.
Alexandra Vazquez: En Monstruo Dios, la religión infecta los espacios y se propaga con facilidad y velocidad. Matar a la bestia retoma, en cierta manera, este fanatismo siniestro, si se quiere, que pareciera envolver a sus personajes. ¿A qué se debe la insistencia sobre la religión como un ente que todo lo observa y vigila?
Agustina San Martín: Siempre tuve una relación particular con la religión. Mi mamá es judía y mi papá es católico, entonces a mi hermana y a mí decidieron criarnos ateas, porque no se ponían de acuerdo en qué religión darnos. Nunca se habló mucho de religión en mi casa y para mí siempre fue algo muy fascinante, porque veía muchísima gente que lo vivía de formas muy intensas. Más allá de que no tenía la moralidad de la religión de forma literal o específica, siento que de igual manera la teníamos en nuestro crecimiento. Todo eso me pareció también muy interesante. Si bien no formaba parte, tenía la bajada de línea moral religiosa, y eso siempre me llamó mucho la atención. Supongo que hablar tanto de esa religión fue parte de esa fascinación, y también parte de mi rebeldía contra ciertos estándares iniciales que no tenían sentido para mí, tratando de encontrarle, tanto como autor o como espectador, el sentido de las cosas. Siento que para mí era muy lógico y muy orgánico buscarle ese sentido y tenerlo presente. Aparte, particularmente esta película, que tiene algo tan queer (quizás no tanto como en Monstruo Dios, aunque el personaje principal también es muy queer), sentía que tenía sentido volver a lo religioso, pero porque como institución encabezó un montón de cosas espantosas al respecto.
AV: Matar a la bestia transcurre en un espacio entre fronteras, donde los personajes hablan su propio idioma sin ser entendidos. ¿Por qué la elección de este escenario?
ASM: En principio, había un búsqueda por filmar la película en la frontera. Me gustaba esta idea de las fronteras, que cuando no son fìsicas, cuando no hay una pared o una cerca o algo literal, la frontera es medio una nebulosa. La gente habla idiomas mezclados y cruza de un lado al otro, la televisión que agarra un canal argentino, un canal de Brasil… se configura como un lugar no habitado en la frontera que me pareció perfecto para contar esta historia, más aún de esta especie de liberación sexual de la protagonista. Al mismo tiempo, ella (Emilia), a lo largo de toda la película, es un personaje bastante alienado en su propia forma, parece que no puede terminar de involucrarse en su entorno, porque todo el tiempo es muy hostil para ella. En ese sentido, también había una intención de que hubiera en ella algo que le impide terminar de adueñarse del mundo o de comunicarse con los demás.
AV: La bestia al acecho y el miedo que suscita su presencia construye una atmósfera tenebrosa, pero a su vez, el clima húmedo y sofocante exhibe cuerpos transpirados y piel sudada. ¿Por qué esta contradicción, entre el temor y el calor?
ASM: Hay un par de interpretaciones de la bestia, porque la bestia puede ser varias cosas. Me interesaba dejar lecturas amplias sobre esto y también porque me interesaba pensar no en una película que de respuestas, sino que suscite preguntas. Pero una de esas interpretaciones es que la bestia representa la culpa por su propia sexualidad, es una bestia que acecha y observa, esta bestia se le empieza a acercar hacia la ventana, la mira desde afuera. O incluso, en otra interpretación, la bestia es una imagen más patriarcal, más opresiva. En ambos sentidos, es algo que se opone a su propia sexualidad. Más hacia el final, recién cuando ella habita su sexualidad, es que puede confrontarse con ese miedo. Me pareció que los cuerpos sudados eran como una forma de habitar ese proceso, aunque los cuerpos sudados, dependiendo de donde uno viva, son algo cotidiano. Pero aquí es algo que para ella forma parte de habitar esta sensualidad, la presencia de cuerpos en todos lados, como si ella ya no lo pudiera negar.
AV: El zumbido de un corto circuito eléctrico marca el ritmo de un baile, y los acordes distorsionados de un órgano se funden con los murmullos de gente que está rezando. ¿Cómo pensás al sonido dentro de esta estética sonora casi fluida?
ASM: El sonido lo trabajamos con Mercedes Gaviria, que es una diseñadora de sonido colombiana. Con ella trabajamos en Monstruo Dios, siempre nos entendimos muy bien y congeniamos en esta idea de hacer musicalidad con los sonidos diegéticos y con los sonidos del ambiente. Es decir, buscar en el soplido de un viento, en un grillo, en un pájaro o en unas pisadas que todo confluyera en una especie de «orquestalidad». Esa intención estaba desde el inicio. Por otro lado, la música del pueblo, una música gregoriana medio electrónica, la trabajamos con compositores brasileños. En ese sentido, en todo momento estaba la idea de darle una fluidez como de río a la película.
AV: En Matar a la bestia hay una predilección por planos que se enmarcan con puertas, ventanas y espejos. ¿A qué se debe esta decisión?
ASM: Tiene mucho que ver con la alienación de ella. Lo que yo me imaginaba era que ella estaba en una cápsula y que no podía acceder al mundo externo ni interno, como en esos momentos de la vida, cuando uno es joven y no sabe quién es, para dónde ir ni cómo comunicarse. En los espejos medio sucios y en los vidrios también sucios que la intervienen había una intención de remarcar el hecho de que ni ella misma se puede ver. Los marcos se deben más a que me gusta enmarcar los cuadros, pero sí, sin duda ahora que lo pienso, terminan por encerrar al personaje.
AV: De alguna manera, el miedo de Emilia es el miedo de muchas mujeres, un miedo instaurado por mecanismos de opresión, sea la religión, el patriarcado o la familia. ¿Creés que enfrentarse a nuestros miedos es una manera de liberación?
ASM: Sí, definitivamente, Pero no solo enfrentarse a esos miedos, porque también es un momento de muchísima vulnerabilidad, el tener que enfrentarse a algo. Ella, al hacerse cargo de sí misma o al abrazar quien ella es, abrazar su propia sexualidad, su propio modo de ser una persona en este mundo, cobra la fuerza necesaria para confrontar esos miedos. En ese sentido, me parece que la película va no tanto sobre enfrentar miedos, sino sobre ir para atrás para resolverse uno mismo, de modo de poder habitar el mundo de la forma más fuerte y sana posible… y ahí, sí, poder matar a estas bestias.
AV: Y en cierta manera, enfrentarse a estar con uno mismo, porque ella viaja a ese lugar, sin señal, donde nadie le hace caso y está con ella misma…
ASM: Claro.
AV: Una última pregunta. La película está dedicada a Renate Costa. Fue una grata sorpresa ver su nombre ahí, ella fue y es una gran referente del cine paraguayo, además, admirada y querida por muchas personas. ¿Podrías mencionar algo que te haya dejado ella?
ASM: Yo estuve con Renate en “Los Residentes”, la residencia de escritura en Paraguay, con este guion, y ella fue una de las pocas personas que confió en mí desde un principio y que me impulsó en todo momento. Ella me escribía todo el tiempo, me preguntaba cuándo iba a hacer la película, si ya iba a hacerla. De hecho, es gracias a ella que tuvimos a Ana Brun como parte del elenco. Hablé mucho con Renate de esta película, hacíamos Zoom y hablábamos del guion. Ella confiaba muchísimo en esta película y confiaba en mí. Yo no sé si estaría aquí, si no hubiese sido por ella. Cuando uno es un director joven y te cierran la puerta, a veces, son esos pequeños detalles los que terminan siendo las cosas por las que vas adelante. La verdad es que no sé si todo esto hubiera sido posible sin Renate. Es muy importante para mí haberle dedicado la película.
*Esta crítica fue publicada en El Espectador Imaginario / N° 126 – Octubre 2021 / http://www.elespectadorimaginario.com/entrevista-a-agustina-san-martin/