The Sun Shines Bright (1953)
Omisiones y ausencias.
El sol siempre brilla en Kentucky. O al menos lo hace para el juez Billy Priest, un héroe solitario que debe resolver un caso de violación y un posible linchamiento mientras busca la reelección de su cargo. The Sun Shines Bright es una película de ausencias y de recuerdos donde el presente se pone en pausa para observar el arribo de un barco al pueblo, un evento menor pero de motivo suficiente para retrasar cualquier proceso judicial. Esta sensación de estar viviendo un idilio perdido, un paréntesis en la historia estadounidense, se dilata a lo largo de la película y acapara los confines del escenario; desde la caracterización al relato, cada elemento de la puesta en escena está atravesada por una idea de omisión nostálgica.
Priest es un hombre benigno, un tanto efusivo, un tanto cordial. Vive en compañía de Jeff, su fiel servidor, quien se encarga de prepararle el baño cada mañana y recordarle la hora de sus compromisos. En The Sun Shines Bright las cosas tienen otro nombre, o bien son innombrables. El whisky es un remedio para el corazón así como el refresco puede ser una bebida alcohólica, y un esclavo es ahora un sirviente. Y prostituta es un vocablo omitido del habla pues no existe léxico que reemplace la repulsión que genera dicha palabra, tanto así que nunca se articula más que la primera sílaba y por mera suposición se asume que lo de Mally Cramp es un prostíbulo. Del mismo modo, Priest remarca con insistencia que no se hablará de política a la par que no desaprovecha oportunidad alguna para repartir panfletos. Nada más político que el pueblo empapelado con las promesas de sus candidatos.
En el noble pueblo de Fairfield, por citar a uno de sus personajes, los borrachos no existen, ni tampoco los destiladores clandestinos. La comunidad afroamericana habita los linderos del pueblo en asentamientos más precarios y trabajan como mano de obra para los pueblerinos adinerados. Pero lo hacen en plena aceptación de su condición y hasta incluso se encargan de animar los eventos con canciones y danzas. Ellos están felices, cantan y sonríen. Ambientada a principios del siglo XX, a tan solo cincuenta años después de la guerra civil que enfrentó a los Estados Confederados contra la Unión, es decir, los esclavistas del sur versus los constitucionalistas del norte, The Sun Shines Bright supone una convivencia pacífica entre ambos bandos. La mirada es escapista, pretende pasar por alto la problemática de la segregación racial en pos de una convivencia pacífica.
Los veteranos de la Confederación allegados a Priest sostienen reuniones periódicas en mira a las próximas elecciones y rinden pleitesía a los símbolos que alguna vez habían definido ese país imaginario no reconocido. La bandera blanca con la cruz en la esquina, o la canción Dixie (o Dixieland) popularizada durante la Guerra como himno nacional representa una suerte de resistencia al tiempo y a la derrota; lejos estaba John Ford de imaginar que la cruz sureña desataría polémica por ser considerada un símbolo xenofóbico. Aquí, el Sur y el Norte compiten las hazañas de sus mártires pero jamás discuten sobre la subordinación del hombre negro al hombre blanco, pilar fundacional de los Estados Confederados. Otra tema excluido adrede.
The Sun Shines Bright alude constantemente a batallas pasadas y enfrenta a dos generaciones para buscar una conciliación con el pasado. La señorita Lee busca a su verdadero padre, así como su madre busca a ella para poder morir en paz; el Sr. Corwyn retorna a su pueblo natal bajo la mirada de quienes lo vieron de niño, y los ex combatientes por su parte, se resisten a ser tratados como reliquias anquilosadas y participan a duras penas de las reuniones sociales sin alcohol. Pero aquí, las tramas son casuales. Se hilvanan como puntos sueltos que tan pronto como se plantean, se revuelven sin mayores inconvenientes. La violación de una niña, referido como el “incidente”, porque violación es también una palabra prohibida, se descifra en contadas escenas: la falsa acusación, la guardia frente a la cárcel, y el encuentro con el verdadero culpable. En Fairfield, cuya traducción literal es campo bello, los linchadores obran con conciencia. No serían capaces de ejecutar a cualquiera.
Pasado y futuro, muerte y vida, confluyen en The Sun Shines Bright. Esta dialéctica llega a su punto álgido en la secuencia final de la película. La procesión fúnebre de la mujer extraña culmina con el sermón de Priest donde lee un versículo de la biblia que habla sobre el pecado. Cumplido el deber moral, Priest regresa para votar y tras su victoria, en parte gracias a los matones de la comunidad de Tornado que votaron a último momento por el hombre que les “salvó de ellos mismos”, una procesión festiva celebra su victoria.
En un lugar y tiempo donde los negros cantan Dixie, donde los demócratas son los conservadores y los republicanos los progresistas, The Sun Shines Bright omite pero no con malicia. Su mirada es, en cierto modo, conciliadora con lo que nombra y con lo que no. Al final del día, el juez marchó al lado del cuerpo de una mujer considerada despreciable y defendió a un joven inocente frente a los prejuicios de su propia gente. ¿Acaso tendríamos el valor de hacer lo mismo que él? A medida que el juez ingresa a su casa y se aleja en un plano general ante la mirada de Lee y Corwyn, Ford pone en marcha su propio corazón y se prepara para lo que el día siguiente le pudiera traer. El tiempo hará lo suyo con hombres como Priest. Solo resta esperar que la omisión no se transforme en olvido, y que el olvido no deteriore la memoria, tareas que decantan en uno mismo.