Viejo calavera

Viejo Calavera (2016)

Una linterna en los sinfines de la mina.

Al final de un pasillo oscuro, donde no se ve más que un pequeño fragmento de la calle, un joven escapa de sus persecutores y se refugia en un bar. Las luces de neón salpican sobre su cuerpo, pero el amparo del anonimato será fugaz pues también tendrá que salir corriendo de ahí. Este es Elder, un chico absorbido por la noche y el alcohol, quien huye incapaz de encontrar consuelo ni siquiera en los lugares de cobijo momentáneo. Pero cuando muere su padre, Elder se muda a vivir con su abuela en un poblado desolado y queda a cargo de su padrino, un minero de la zona. 

Viejo Calavera, opera prima del director boliviano Kiro Russo, se sumerge en la oscuridad absoluta de la mina de Huanuni, con una fotografía que nos inunda de negro y solo alumbra las siluetas de sus personajes con la luz de la linterna de los cascos para narrar el viaje de Elder en los sinfines de las cavernas mineras. Esta decisión estética, dada por el realismo de las características físicas y ópticas que supone estar a varios metros bajo el suelo, obliga a uno a entornar los ojos, a acostumbrarse a una visión renegrida. Pero más que sofocar, la puesta en escena ilustra en la estilización de su fotografía cuidada, una sensación de veneración y reverencia hacia aquello que filma, porque reconoce fuera del cine la existencia real de la problemática de esta clase social obrera desatendida, expuesta a los peligros diarios del oficio y a las duras condiciones de trabajo que implican una condena anticipada.

Dentro de los túneles, la mirada de Russo transita entre la búsqueda de consuelo en los laberintos de la mina y las dinámicas de conflicto entre los mineros. La relación de Elder con su familia es incierta y el porqué del actuar del padrino es confuso, ya que asume como mártir las consecuencias de los constantes conflictos provocados por su ahijado. Pero no es necesario comprenderlo todo para percibir el dolor del duelo y las emociones suscitadas tras la pérdida del padre de Elder. Se insinúan ciertos roces, que esbozan conjeturas posibles sobre el accidente de este último, y se alude al hartazgo de los demás hacia Elder o la impaciencia suya hacia los que le rodean, con el mismo valor que ocupa en la trama el espíritu de lucha y revolución en la mina, lo que añade una dimensión insondable a sus personajes y al contexto de explotación laboral donde se mueven. 

Tanto fuera como adentro es de noche; hasta el alba está eclipsado por el sol que nunca sale, y cuando lo hace es para calentar los rostros de los mineros que disfrutan la paz de un viaje merecido. Entre el sudor y las rocas frías, el ocio y el descanso, la imagen de Russo cautiva y embellece con impresiones sobre el tiempo y el luto. Sus planos generales se detienen sobre el andar de los mineros al fondo de la caverna, donde el halo luminoso se va alejando sin prisa alguna, o en los lentos paneos y travellings que revelan casi de paso conversaciones cotidianas dentro y fuera de la mina. De la misma manera, la maquinaria pesada ocupa una secuencia predominante editada como un homenaje al cine soviético de las primeras décadas del siglo XX, donde el traqueteo del hierro susurra las voces de un cine boliviano comprometido con las problemáticas propias de su país. 

En Viejo Calavera se sugiere más de lo sus personajes pueden decir en palabras, porque en el silencio y en la estética de sus imágenes inmersivas se haya la poética fílmica de un director tan inmiscuido en el mundo que retrata que iluminar las minas para que la cámara lo capte es echar luz sobre la historia política de Bolivia. 

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https://vimeo.com/162318171

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