The Souvenir (2019)
Destellos de nostalgia y melancolía.
Con unas fotografías en blanco y negro de una decaída ciudad sumida en la pobreza, Julie narra la idea de un proyecto de largometraje ficción que indaga una relación abrumadora entre madre e hijo, y el miedo agobiante que él siente ante la sola posibilidad de perderla. Al final, cuenta Julie, la madre muere, porque el amor infinito, casi obsesivo no pudo contra la muerte. En estas primeras imágenes y en estas primeras líneas de diálogo se esconde el eje argumental de The Souvenir (2019), una película íntima que relata los altibajos de la relación turbulenta entre una estudiante de cine y un hombre misterioso.
Julie conoce a Anthony en una fiesta en su departamento. Su carácter enigmático, opaco, se retrata en la historia; no en vano su presencia se resguarda del encuadre. Cuando le vemos por primera vez, es apenas una sombra que entra y sale del cuadro y las veces siguientes, se nos vela su figura mediante espejos o posiciones de espalda. Recién durante la primera cita en un cafetería ostentosa, y sólo cuando él pide la cuenta, es que su rostro se dibuja con claridad ante la cámara. Es innegable que su personalidad, entre erudita y arrogante (y un tanto sensual) suscita interés, pero aquella pesadumbre que lo acosa tarde o temprano será visible, ya sea en un gesto tan imperceptible como rascarse el brazo o pedir prestado dinero.
Julie, por su parte, se ve enfrascada entre sostener esta relación conflictiva y encontrar su voz personal como directora de cine. En medio de conversaciones sobre Rivette y clases de montaje, la presencia de Anthony le obnubila la creatividad, pero a la vez agita cuestionamientos sobre sus privilegios de clase o su misma motivación para escribir y dirigir. Y aquí la complejidad de su relación, porque también la ausencia esporádica e incierta de Anthony, a veces por varios días, sumado a sus vagas andanzas laborales, atormenta a Julie de manera visible ante la mirada impotente de su madre y compañeros de facultad.
Ambientada en los años ‘80, Joanna Hogg evoca los recuerdos de sus años como estudiante de cine a través de imágenes brumosas que mezcla material de archivo con imágenes granuladas que remiten a las texturas nostálgicas del fílmico. En ocasiones, Julie observa fotografías de la ciudad, o edita en una moviola, como si la directora misma estuviera resguardándose en los ojos de su personaje para presenciar lo que en parte fue su historia personal. El film tiene un cierto aire de levedad no por lo que narra, sino por la matiz y la melancolía que configura la imagen y la iluminación suave y blanquecina que se filtra por las ventanas de donde habita la pareja, casi como un sueño donde el despertar recuerda la nitidez de la realidad y del presente.
The Souvenir cautiva con los destellos fragmentados de la relación que se encadenan cronológicamente pero que no se adscriben a una lógica temporal precisa, y con una edición que ignora la continuidad; existen momentos dilatados que reposan la mirada sobre desayunos y almuerzos, o conversaciones distantes en largos pasillos, mientras otros sucesos que tienen lugar durante un lapso de tiempo indefinido, como una recaída y la posterior recuperación, se resuelven fugazmente en dos o tres escenas, pues para Hogg, la reminiscencia del pasado se encarga de realizar su propia edición.
Los espejos, que delimitan el punto de vista del espectador a la vez que sugieren cierto desprendimiento entre el reflejo y la imagen del reflejo, enfatizan la idea de contemplación reflexiva, quizás un intento por desentrañar esta relación particular y sufrida porque queda claro que lo que interesa a la directora no es explicar el por qué del actuar de sus personajes sino transitar las complicaciones del desamor.
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