El escándalo (2019)
El derrumbe de un magnate.
El feminismo sesentayochista, interesado en teorías sobre el poder de la imagen, había denunciado la utilización del cuerpo de la mujer como un objeto, una mercancía sexualizada y explotada en función del rédito económico, sea en publicidad, en cine, en televisión o mismo en los absurdos concursos de belleza. Ya a más de 30 años de la divulgación de ensayos clave de autoras como Laura Mulvey o Annete Kuhn, poco ha cambiado y menos aún en el imperio estadounidense de los medios masivos de comunicación, donde la política se gesta en la sala de prensa.
El escándalo narra la caída de Roger Ailes, un hombre machista y xenófobo, quien a lo largo de su mandato en Fox News incrementó la audiencia con una fórmula que consistía en exhibir lo máximo posible el cuerpo de las mujeres en faldas cortas a la vez que alimentaba cualquier noticia controversial cargada de propaganda nacionalista y conservadora para un público de ultraderecha. Pero el famoso “plano pierna” de Ailes era solo la punta del iceberg, pues además del constante abuso verbal e insinuaciones denigrantes hacia las mujeres, a puertas cerradas, él acosaba sexualmente a sus empleadas.
A través de personajes ficticios y reales, entre ellos la comentarista Gretchen Carlson quien fue la primera en denunciar a Ailes, y la periodista política Megyn Kelly, el relato revela las controversias internas de un imperio que cobijaba a ese hombre, mientras que el personaje de Kayla son nuestros ojos mediante lo cual vivimos el proceso de manipulación desde la llegada al canal con aspiraciones laborales ambiciosas a ser una víctima más. El techo de cristal de las mujeres en televisión, al menos en ese canal de televisión, era un favor sexual: acceder garantiza visibilidad, pero negarse significa no solamente la pérdida del trabajo, sino olvidar la posibilidad de cualquier otro puesto laboral como periodista.
Miradas a cámara dan voz a estas mujeres que sufrieron y siguen sufriendo el acoso laboral, y más que complicidad, esa ruptura de la cuarta pared coloca a ambas en un nivel de igualdad; la víctima fui yo, pero cualquiera pudo haber sido una víctima también, y que esto me haya pasado a mi, que esta situación sea mía, personal, evidencia que es la situación de muchas otras mujeres dentro de las estructuras políticas y sociales de dominación masculina.
Una de las secuencias más agonizantes es quizás el encuentro eventual entre Ailes y Kayla, predestinado desde el vamos, porque ya somos conscientes del carácter intocable de Ailes, de su modo de someter a las mujeres, pero ¿cómo esperar que no lo sea cuando el mismo presidente de los Estados Unidos se burla libremente con impunidad y protección de otras mujeres? Irrita observar cómo los medios masivos de comunicación controlan la opinión pública con senos y tacos altos en la pantalla, y comentarios degradantes sobre la menopausia, pero es más terrible aún cómo estos medios influyen en la política de los países más poderosos dentro de una rosca de poder de jerarquía masculina. Si bien es ridículo creer que la desvinculación de un pieza supone un cambio de mentalidad, al menos el derrumbe de un grande sumado a movimientos de visibilización de agresiones sexuales podría denunciar que la lucha del feminismo siempre irá más allá de la imagen que se percibe a simple vista. Que las películas sean la voz de quienes tuvieron miedo de hablar, y que al hacerlo alienten a otras que lo hagan.
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