Monstruo Dios (2019)
Agustina San Martín. Argentina. 2019
Las torres eléctricas conquistan el cielo y se imponen en el paisaje anubarrado de Monstruo Dios. Cada cumbre imponente se erige en medio de la bruma nocturna con figuras que remiten a las catedrales góticas del medioevo. Sobre estas imágenes opacas que exhiben los detalles de la estructura de acero y cable que conforma la planta, como si ésta fuera un templo arquitectónico, se asoma el murmullo de un rito religioso. Imagen y sonido encuentran a Dios en la tensión de los cabos, una deidad particular que aquí reside en los aisladores de disco de las líneas de transmisión y que se lleva, sin explicación alguna, a los habitantes terrenales de la región.
En Monstruo Dios electricidad y religión son uno. Los cables habitan el plano y se extienden a un más allá invisible, mientras que los rezos rutinarios infectan con sus palabras cada espacio sin pensarlo, tal como la radio de un auto que sintoniza de inmediato una misa o una discoteca donde una mujer baila ensimismada al son de un ritmo empalagoso que repite “Jesucristo, Jesucristo, Jesucristo”, indicios de un fanatismo aparatoso y siniestro. La monotonía de la multitud en trance se empastela con el zumbido de la electricidad; donde los cables llegan, la presencia de este Dios que todo lo ve y todo lo observa vigila a quienes intentan evadirse.
Un punto luminoso viaja a través los cables y arroja un destello que colorea la imagen de un rojo fugaz y agresivo que encandila y perturba. ¿Será posible eludir su mirada hostigadora o es tan imposible como vivir sin electricidad? Las únicas inadvertidas en este fantasmagórico ambiente, parecieran ser las vacas que con su mirada fija a cámara cuestionan nuestra devolución casi innata. ¿Seremos capaces de apartarnos del ganado?
